Sobre la incongruencias de Charlie the Third

En estos momentos tomo el blog como vávula de escape. Son las tres de la mañana y sigo rondando por la casa mientras los sonidos noctales de mis compañeras acompañan mis pensamiento. Tras un día entero con la jeta pegada al ordenador escribiendo o reescribiendo un reportaje tras otro, no se me ocurre mejor forma de despedir la jornada que escribiendo quién sabe qué en nustro lugar de encuentro - lugar que empieza a resultarme un tanto monótono ya que las últimas tres entradas llevan mi firma....-.

Hoy he escrito en el mantel de Chacel 5 todos los factores que me tienen hasta los cojones. La conclusión a la que han llegado los que más tarde la han leído es que soy un ser depresivo que requiere de un psicólogo. Pero más tarde hemos echo una extraña valoración del día a través de un método ideado por Sara y, curiosamente, esta tediosa jornada ha obtenido un 5.0. Por lo que posiblemente ni sea tan depresiva ni necesite un psicólogo, sino que únicamente trataba de decorar nuestro horripilante mantel.

La lista de todo aquello que me tiene hasta los cojones es demasiado larga para transcribirla, pero releyendola ahora que la tengo frente a frente me doy cuenta de que la mayoría de los puntos se refieren a las exigencias provenientes de nuestro adorado Charli the third. ¿Con lo inteligente que parecía ser y no se da cuenta de que sus angustiados pupilos necesitan de vida social y ajena a la universidad? No hago más que repasar mentalmente todos los trabajos que tengo que hacer, reportajes que escribir, libros que leer, reseñas que idear, apuntes que transcribir... ¿Y qué pasa con esas cañas en Lavapiés?¿esas tardes en la filmo?¿esas horas inútilmente perdidas tirada en el sofá frente a una televisión inservible pero que, curiosamente, resultan extremadamente gratificantes? En estos momentos no son más que fragmentos de un sueño que experimenté hace ya demasiado tiempo como para considerarlas actividades reales y fraguables.

Pero no todo son lamentaciones señores!!! Me encanta la morada y la compañía. Nos admiro a nosotros mismos por ser capaces, a pesar de lo anteriormente relatado, de encontrar siempre un momento, por fugaz que sea, para estar juntos y echar unas risas que terminan con un punzante dolor de tripa; por seguir, a estas alturas, con la rutina de nuestras comidas familiares; por continuar echando partiditas de Trivial aunque tengan que realizarse a altas horas de la madrugada debido a la incompatibilidad de horarios; por seguir pensando los unos en los otros de forma bastante asidua; por no olvidar a los que extrañamos y a lo que extrañamos; por seguir esperando con inexplicable impaciencia la llegada de lo añorado...

Merecen la pena cuatro horas frente al ordenador escribiendo un reportaje que no me termina de convencer, si tras ello puedo mantener una conversación de 5 minutos sobre cualquier tema relevante para alguno de los dos con el que escribe conmigo. Merecen la pena 3 horas delante de un libro si en los 10 minutos del cigarrito de rélax hay alguien fumando conmigo para compartir lo aprendido. Merece la pena todo un día de andanzas y agobios si al llegar a casa están mis prinxes tiradas en el pasillo de casa tratando de salvar el mundo.

Definitivamente no necesito un psicólogo. Necesito que todo siga igual que hasta ahora. Las cervecitas en Lavapiés o las películas en la filmo pueden esperar sin duda; mientras tanto me queda el pasillo de casa o los cigarritos compartidos. Más que suficiente.