Reflexiones de sábado noche

Al igual que en tiempos pasados, me encuentro ante el único ordenador útil de la sala de ordenadores de la Residencia. A lo lejos se escuchan gritos, risas, voces, música provenientes de aquella sala lúgubre y azul que un día fue nuestro refugio. En ella algunas caras conocidas, otras irreconocibles y muchas nuevas; técnicamente el mismo ambiente con el mismo propósito que hace un año, pero hoy nada es igual.
Debemos ceder el paso a los que vienen, donar nuestro refugio y aferrarnos a uno nuevo que aún está por llegar. Esto no es melancolía, a pesar de lo que pueda parecer, es simplemente una reflexión en una noche de sábado en la que no encuentro a nadie allá arriba con la que me apetezca estar. Realmente tengo ganas de ceder nuestra Respública particular y encontrar una nueva, tal vez llegó un momento en que empezó a oler a rancio.
En fin, la marabunta residencial comienza a invadir la entrada con disposición de ir de fiesta y sus alaridos no son aptos para más reflexiones.

Un beso a todos los que un día estuvieron aquí